Pero en estos personajes es usual encontrar arquetipos negativos como el de mujer malvada que con la seducción lleva al hombre al desastre.
Un ejemplo podría sería el caso de Circe en la "Odisea", que convierte en animales a los hombres de Ulises, o el de las sirenas, quienes con sus cantos hacían que los marineros se estrellasen.
Otro ejemplo sería Helena de Troya, cuyos encantos son el desencadenante de la guerra que se narra en la Ilíada: Paris, príncipe troyano, se fuga con ella, que es la esposa del griego Menelao. Aunque Helena no es la culpable directa, estamos ante el arquetipo de la belleza de la mujer como desencadenante del mal.
Un ejemplo más actual sería Antígona, quien hace valer sus convicciones ante la tiranía del rey Creonte.
Por último en la comedia tendríamos a Lisístrata, quien encabeza una rebelión de las mujeres atenienses para lograr que los hombres acaben con la guerra utilizando el único elemento que les da poder sobre ellos, el sexo.
La visión de la mujer como causante de desgracias que veíamos en la literatura clásica está presente en la tradición cristiana a través de Eva, cuya debilidad al caer en la tentación de probar el fruto que el diablo le ofrece es la causante de la expulsión del hombre del Paraíso y la entrada del mal en el mundo. Así, en la literatura medieval encontramos dos prototipos opuestos: la “mujer Eva”, cuya debilidad la lleva a caer en el pecado, astuta y que lleva al hombre a la perdición a través de sus encantos físicos y la “mujer María”, pura y sumisa.
Documentación:
Apuntes de literatura
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