Los anarquistas decidieron que había llegado el momento de ‘su’ revolución, y en la noche del 10 de enero pasaron a la acción. El caciquismo debía llegar a su fin. El pueblo soñaba con implantar sus derechos, proclamaron el comunismo libertario y pasaron a la acción. Van con sus escopetas de cazar a la casa-cuartel de una escasa Guardia Civil es escasa.
Así el 13 de enero, la Guardia Civil y la Guardia de Asalto al mando del capitán Rojas, atacan con fusiles y bombas de mano, infructuosamente, una choza donde se han refugiado tres hombres, dos mujeres y un chico, a los que se acusa de haber asaltado, con otros, el cuartel de la Guardia Civil. La orden era terminante y el capitán no duda en acatarla: ni prisioneros ni heridos. Finalmente, un algodón impregnado en alcohol logra prenderle fuego: solo una mujer y un niño pueden huir por un ventanuco, el resto mueren tiroteados o carbonizados. Era la cabaña de Seisdedos, el "líder" anarquista, un anciano de 94 años.
Todos los conciudadanos acusados de su supuesta participación en la rebelión son fusilados indiscriminadamente.
La sociedad clamaba justicia y dio crédito a las insidias sobre Azaña. El presidente, incapaz de superar el golpe, se vería obligado a dimitir el 8 de noviembre de ese mismo año.
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