El primer momento, convencido, como repitió una y otra vez, de que el dictador iraquí poseía armas de destrucción masiva y había que actuar enérgicamente. El primer presidente de Gobierno del PP en la historia de la democracia consideraba que la intervención estaba respaldada por las resoluciones que había dictado la ONU y quiso que España estuviera en el primer plano de esa actuación para que, tal y como había resaltado en varias ocasiones durante su mandato, el país saliera del "rincón de la historia".
Aunque corta, la cumbre fue suficiente para perfilar los detalles de lo que ya tenían previsto Bush, Blair y Aznar, quienes comparecieron posteriormente en una rueda de prensa en la que el presidente del Gobierno español consideró que se estaba dando una última oportunidad a Husein para desarmarse.
La presencia de tropas españolas en Irak dio pie a las interpretaciones de si participaban realmente en una misión de paz o en una guerra. Y los puntos de vista distantes surgieron incluso en el seno del Gobierno, con un vicepresidente como Rodrigo Rato mostrando a Aznar su criterio contrario al envío de tropas y cerrando quizás así sus posibilidades de haber sido su sucesor. Más tarde llegaron los atentados del 11-M, la victoria socialista en las elecciones de tres días después, la retirada de las tropas de Irak ordenada por José Luis Rodríguez Zapatero cuando sólo llevaba unas horas de presidente del Gobierno, el reconocimiento por parte de Aznar de que en Irak no había armas de destrucción masiva... Diez años después, ninguno de los tres protagonistas conserva su puesto, pero en todo momento han mantenido que su decisión fue la correcta.
Aznar no se arrepiente de su nefasta y penosa decisión:
Documentación:
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